martes, 11 de noviembre de 2008

Esperemos entonces



Lejos de estar todo en calma, ni siquiera con los pies sobre la tierra. Hay veces que de gusto bajaría al núcleo de este suelo a reordenar las piezas que faltan. Claro que para ponerlas en su justo sitio debería primero encontrarlas. Y cuando uno que se dedica a esto pierde la fe en las palabras, la confianza en la verborragia, entonces ahí si es que empiezan los problemas.

No es una cuestión de tiempo. Eso dejó de serlo hace mucho. Antes, después y no se como hacer para verte en mis tiempos libres. Esta vez te fuiste en el momento menos indicado, aunque creo que para irse nunca hay un momento que nos venga bien.

Afrontar cuanta piedra viene por el camino no es sencillo. Uno tiende a romper libros enteros, quemar discos que recuerdan un mundo giratorio que ya no gira y se entorpece cada día. Uno no sabe bien como sobrellevar las situaciones que se nos presentan mas que con algún complejo vitamínico que nos mantenga despiertos al menos una hora mas.
A veces seguir caminando con los ojos vendados no es tan terrible si somos concientes de que en algún momento nos vamos a tropezar. Claro que quejarse deja de ser justo cuando compramos los riesgos que vienen incluidos. Hoy esta todo cerrado, las ventanas y las puertas, o por lo menos eso creo.

Somos lo que fue, y entonces nada parece mas sensato que sentarse a leer mientras esperamos un milagro.

martes, 9 de septiembre de 2008

Exceso


Que venga el que quiera, que entre e inspeccione y se entere de lo que pasa. Que pruebe un poco de esta calma tan serena y llena de asfaltos y bocinazos. Que me bese la sombra del que sea, que reclame lo que no es suyo que yo doy y regalo y no pido nada a cambio.

Que me tilde de ligera el que mucho sabe de excesos, el que probó y no le gustó, el que quiere más y no se anima a pedirlo. Y entonces yo le digo, a usted que está mirando con cara de dislocado, con la típica pero extraña sensación de que lo que pensaba es incorrecto, si efectivamente a usted le hablo y le digo que venga que entre e inspeccione en los adentrares de esta cosa rara que todos los días me encuentro frente al espejo.

Mas y menos, y en la otra cuenta solo cuenta lo que no está dispuesto a contar. Y entonces yo le vuelvo a decir, que desee que se entrevere y escriba con todas las faltas ortográficas posibles. Que descubra, que entre e inspeccione las visiones de la paz que de tranquilidad carece.

Que venga el que quiera, que mire gratuitamente, que toque y sienta esta soledad no tan concurrida ni tan molesta como era. Y entonces le digo al hombre de postura singular pero atractiva que se atreva y vaya y recorra, que después vuelva y me cuente. Que sostenga sus palabras y entienda que la vida no espera ni avisa.

martes, 2 de septiembre de 2008

Adivinemos el nombre


Ese día Francesca se había perfumado. No es que le gustara su nombre pero bueno, tampoco era conocida por su valentía, valentía para cambiar de nombre en este caso.

Es decir, no es que el punto central del tema sea el disgusto que su nombre le provocaba a la propia muchacha, pero no es menor cosa teniendo en cuenta el trámite burocrático que implica cambiar de nombre. Sin traer a colación por supuesto, los gravísimos problemas de identidad que podría acarrear.

De todas formas, como decía, Francesca se había perfumado. Se levantó con un animó especial. Y es que el poder de los sueños tiene eso. Los sueños de los que habla Freud, no las aspiraciones individuales y ciertamente inalcanzables que denominamos “sueños”. Veamos un claro ejemplo a continuación:

- Sueño en sentido irónicamente real: “Francesca anoche soñó que tenía aproximaciones físicas (claramente sexópatas) con un individuo de la especie masculina (muy atractivo por cierto)”

- Sueño en el sentido cursi y volátil del término: “mi sueño es ser una modelo escuálida y una científica brillante a pesar de mi triste exceso de peso, mi grave problema de acné (no pasible de ser encubierto por maquillaje) y el poco interés que me producen las ciencias exactas”


Luego de esta inutil pero decorativa explicación, retomo lo ante ante dicho.

Se levantó, se peinó y extrañamente su pelo mantuvo la estabilidad deseada. Entonces, como cada mañana se dirigió al punto de encuentro. Se sentó, y como siempre (de forma reiterativa en demasía) lo hacen las bellas y enamoradas damas, esperó.

Nadie sabe muy bien que viene esperando desde hace tanto. Algunos dicen un beso en la mejilla; otros, que su sueño (en sentido irónicamente real) se haga realidad en ese preciso momento. Y algunos, solo los menos imaginativos, sostienen que lo único que nuestra muchacha de nombre no pasible de ser cambiado por los trámites burocráticos que ello implica, simplemente se acostumbró a esperar. Algo así como que de tanto esperar algo se olvido de lo que estaba esperando, pero la espera se adueño y la costumbre se convirtió en mariposa...no, eso es la metamorfosis, y para eso tendría que hablar de orugas, las cuales no son en absoluto animales de mi agrado.
En fin, vanamente se perfumo, maquillo y peinó, pero esa molesta voz le grito, otra vez y en silencio: "no te vistas que en esta foto no salis".
Francesca, tan débil de caracter (por algo no se anima a cambiar de nombre) hizo caso omiso, como siempre, como cada vez que se perfuma, maquilla y peina. De todas formas ya estaba vestida, no salió en la foto pero algún que otro piropo recibió.

martes, 26 de agosto de 2008

Verdad a medias


Los colores de la historia, de la vida que no tienen, de la razón que se pierde.

Una nueva mentira, otra necesidad y los nuevos aspectos de mi postura tipicamente contemplativa.

Me mira, se acerca y dejo que lentamente todo vuelva a lo que nunca dejo de ser. Porque al final, nada deja de serlo hasta que lo decidimos. Y ellos no son valientes, no tienen fuerzas ni las requieren, ni las prestan.
Tildes, verbos, las conjunciones copulativas que no copulan, no como deberían. Los recursos literarios que ya no me convencen y la simpleza que busco en cada frase, me dan la pauta, me dicen que dejé de creer tiempo atras en todas mis invenciones estrafalarias.

Proyectos, metas, acertijos y promesas incumplidas que solo recuerdan el ruido de los dias que no pasan, que insisten de forma indicativa y acelerada.
El modus operandi de tus planes, tus maléficos planes de conquista. Un conquista poco concurrida, un añoranza poco soñada, el quorum por inercia, las sonrisas mal gastadas. Estas lágrimas que dicen que Sabina sabe, que por ser piadosas no dejan de ser mentiras.

Vago el romanticismo que te trajo, silencioso y no por eso más romántico. Inexperto, me atrevería. Poco creible, poco apreciable.
Silencioso y no por eso menos mentira.

jueves, 21 de agosto de 2008

Redundancia cíclica



Cuando uno llega al punto de odiar a la gente feliz es porque ha alcanzado un grado grave de tristeza. O podría ser también algún desorden psico-emocional generado por la falta de cariño…de todas formas no tengo la autoridad suficiente para hablar de patologías psiquiátricas.

Eso justamente intentaba explicarle a Fausto el día en que insistía en que mirara al mundo de la forma más positiva posible.

-“me llamo Esperanza, con ese nombre crees que puedo ser positiva?”

Su mirada no me asombró, incluso viniendo del rey del mundo onírico donde debería serle costumbre los gritos del delirio.
Todos a cuantos les doy mi argumento parecen realmente no entender como una mujer llamada Esperanza puede estar tan triste y sumida en el más auténtico pesimismo.

Nadie entiende nada últimamente. Años atrás nadie cuestionaba, todos acataban.
A veces considero las ventajas de la ignorancia y la desinformación (que porque se oculte no es menor que la de aquellos días). Entonces reformulo: a veces extraño aquellos años en que los terceros no buscaban respuestas, simplemente las encontraban y eran felices con lo que oían.

Hoy esta gente, más que respuestas, busca errores, desafíos dialecticos, luchas de clases, impresiones momentáneas. Cuanto más grande mejor. Hoy todo se trata de grandes hazañas, de magnánimos esfuerzos.

Y es así que Esperanza se convirtió en un nombre poco probable. O mejor dicho, un nombre en la lista pero sin garantías.

Fausto escuchó atento mi gran discurso. Y por supuesto, de otro forma no podría haber sido, mi cuerpo se balanceaba sobre la estatua de Dante y con una profunda admiración, Sócrates descendió del pedestal que tanto aborrecía.

Claro que faltaban algunos amigos, Prometo por ejemplo se hizo el desentendido (dejamos nuestro amorío desde que perdió las esperanzas), sin embargo sabía que nos miraba desde lejos.
Lo cierto es que los moribundos amantes estaban cerca. Dante soltó una lagrima por Beatrice, Sócrates por Sofía y Prometo (siempre a lo lejos) pensaba en su poco fructífera filantropía.

Y yo, yo había dejado el llanto, la desesperanza se adueñó y por fin reconocí mi odio a los felices.

Fausto entendió que no era más que una causa perdida y como de costumbre, se alejó.

Horas y horas después, dando vueltas en nuestro carrusel, dijimos “bien, ya no hay más que perder, manos a la obra muchachos”. En verdad nunca entendí de que estábamos hablando, pero parecía el momento justo de acatar y nada más.