martes, 26 de agosto de 2008

Verdad a medias


Los colores de la historia, de la vida que no tienen, de la razón que se pierde.

Una nueva mentira, otra necesidad y los nuevos aspectos de mi postura tipicamente contemplativa.

Me mira, se acerca y dejo que lentamente todo vuelva a lo que nunca dejo de ser. Porque al final, nada deja de serlo hasta que lo decidimos. Y ellos no son valientes, no tienen fuerzas ni las requieren, ni las prestan.
Tildes, verbos, las conjunciones copulativas que no copulan, no como deberían. Los recursos literarios que ya no me convencen y la simpleza que busco en cada frase, me dan la pauta, me dicen que dejé de creer tiempo atras en todas mis invenciones estrafalarias.

Proyectos, metas, acertijos y promesas incumplidas que solo recuerdan el ruido de los dias que no pasan, que insisten de forma indicativa y acelerada.
El modus operandi de tus planes, tus maléficos planes de conquista. Un conquista poco concurrida, un añoranza poco soñada, el quorum por inercia, las sonrisas mal gastadas. Estas lágrimas que dicen que Sabina sabe, que por ser piadosas no dejan de ser mentiras.

Vago el romanticismo que te trajo, silencioso y no por eso más romántico. Inexperto, me atrevería. Poco creible, poco apreciable.
Silencioso y no por eso menos mentira.

jueves, 21 de agosto de 2008

Redundancia cíclica



Cuando uno llega al punto de odiar a la gente feliz es porque ha alcanzado un grado grave de tristeza. O podría ser también algún desorden psico-emocional generado por la falta de cariño…de todas formas no tengo la autoridad suficiente para hablar de patologías psiquiátricas.

Eso justamente intentaba explicarle a Fausto el día en que insistía en que mirara al mundo de la forma más positiva posible.

-“me llamo Esperanza, con ese nombre crees que puedo ser positiva?”

Su mirada no me asombró, incluso viniendo del rey del mundo onírico donde debería serle costumbre los gritos del delirio.
Todos a cuantos les doy mi argumento parecen realmente no entender como una mujer llamada Esperanza puede estar tan triste y sumida en el más auténtico pesimismo.

Nadie entiende nada últimamente. Años atrás nadie cuestionaba, todos acataban.
A veces considero las ventajas de la ignorancia y la desinformación (que porque se oculte no es menor que la de aquellos días). Entonces reformulo: a veces extraño aquellos años en que los terceros no buscaban respuestas, simplemente las encontraban y eran felices con lo que oían.

Hoy esta gente, más que respuestas, busca errores, desafíos dialecticos, luchas de clases, impresiones momentáneas. Cuanto más grande mejor. Hoy todo se trata de grandes hazañas, de magnánimos esfuerzos.

Y es así que Esperanza se convirtió en un nombre poco probable. O mejor dicho, un nombre en la lista pero sin garantías.

Fausto escuchó atento mi gran discurso. Y por supuesto, de otro forma no podría haber sido, mi cuerpo se balanceaba sobre la estatua de Dante y con una profunda admiración, Sócrates descendió del pedestal que tanto aborrecía.

Claro que faltaban algunos amigos, Prometo por ejemplo se hizo el desentendido (dejamos nuestro amorío desde que perdió las esperanzas), sin embargo sabía que nos miraba desde lejos.
Lo cierto es que los moribundos amantes estaban cerca. Dante soltó una lagrima por Beatrice, Sócrates por Sofía y Prometo (siempre a lo lejos) pensaba en su poco fructífera filantropía.

Y yo, yo había dejado el llanto, la desesperanza se adueñó y por fin reconocí mi odio a los felices.

Fausto entendió que no era más que una causa perdida y como de costumbre, se alejó.

Horas y horas después, dando vueltas en nuestro carrusel, dijimos “bien, ya no hay más que perder, manos a la obra muchachos”. En verdad nunca entendí de que estábamos hablando, pero parecía el momento justo de acatar y nada más.

sábado, 16 de agosto de 2008

Inclemencia climática


Sabíamos de antemano que ni bien llegados el destino habría sido equivocado.
Alargamos entonces el arrivo, y sentados sobre un par de ramas angeladas descubrimos que el paisaje ofrecia grandes artificios dignos unicamente de una extraña masa naranja.

Shakespeare, disfrazado de Romeo, le dijo a Julieta "pronto te ví, tarde te conocí" y ella simuló un bostezo como si poco le afectara aquella tonalidad poco enamoradiza que el escalador más famoso de la historia comenzó a utilizar para con ella.
Yo etendí a la perfección de que se trataba todo el asunto, solo que esta vez , y por unica vez, preferi no hacer alarde de mis conocimientos y basto pero humilde etendimiento. Dadas las circunstancias, lo mejor que podía hacer era incarme a rezar o en su defecto sentarme a esperar.

Todos comenzaron a desesperarse ante la agitada ceremonia de gritos y platos rotos que los dos amantes supieron desplegar con tanto apremio. Se pegaron, se enredaron y luego, percatandose de las miradas asombradas, se inclinaron en una majestuosa reverencia premiada por los aplausos de los presentes.

Yo sabía de que iba el asunto, solo que esta vez preferí esperar, evitando, como era obvio, llegar a destino.
"Llueve y está frío", la excusa, sutil pero visible, de quienes nunca quieren llegar.

martes, 12 de agosto de 2008

Lejos, en la montonera


Pertenecer a esta masa sin nada, pero masa al fin. Nadie quiere estar solo y a pesar de las soledades concurridas la soledad es sola por donde se la mire.

De los millones de estragos que hace mi apática simpatía y de los inclementes ciudadanos que pasan por al lado preguntando al descuido, quién es esa persona sola que simula y estorba, y simula y reitera.Y simula un orgullo que no da ni quita que no muestra ni esconde mas que esta leve tristeza de andar sola por entre los tiempos y los astros.

Andaremos perdidos entre la masa, pero masa al fin. Estaremos perdiendo contacto con el propio universo paralelo. Obviaremos las ilógicas percepciones del ser objetivo, sincero y al final funesto. Pero de nuevo: masa al fin.
Diremos que ya no luchamos contra la tribu, que no es un precio menor por el privilegio de ser uno mismo. Entonces Nietzsche nos mirará con sus oídos vírgenes de no escuchar a la masa y
repetirá: pero masa al fin.

domingo, 10 de agosto de 2008

Si Cortazar supiera


No sé muy bien desde que punto mirarte. Haciendo de cuenta que solo importan tus turquezas, tus cuentas, tus puertas o si debería percatarme de la alameda que nos separa. Y digo alameda por no decir alambrada, por olvidarme de las distancias.

Entiendo que no sé de que forma convencer a los vecinos de que ya no hablamos de una casa tomada. Ya no tenemos visitantes, ni ausencias ni malos invitados. Ni malos tragos ni malas ratas, ni hacemos migas en la vieja cocina.

Reitero, ya no se por donde mirarte, si desde lejos o en la entrada de esta casa tan austera, tan forzada. Ya no tenemos nada.