martes, 2 de septiembre de 2008

Adivinemos el nombre


Ese día Francesca se había perfumado. No es que le gustara su nombre pero bueno, tampoco era conocida por su valentía, valentía para cambiar de nombre en este caso.

Es decir, no es que el punto central del tema sea el disgusto que su nombre le provocaba a la propia muchacha, pero no es menor cosa teniendo en cuenta el trámite burocrático que implica cambiar de nombre. Sin traer a colación por supuesto, los gravísimos problemas de identidad que podría acarrear.

De todas formas, como decía, Francesca se había perfumado. Se levantó con un animó especial. Y es que el poder de los sueños tiene eso. Los sueños de los que habla Freud, no las aspiraciones individuales y ciertamente inalcanzables que denominamos “sueños”. Veamos un claro ejemplo a continuación:

- Sueño en sentido irónicamente real: “Francesca anoche soñó que tenía aproximaciones físicas (claramente sexópatas) con un individuo de la especie masculina (muy atractivo por cierto)”

- Sueño en el sentido cursi y volátil del término: “mi sueño es ser una modelo escuálida y una científica brillante a pesar de mi triste exceso de peso, mi grave problema de acné (no pasible de ser encubierto por maquillaje) y el poco interés que me producen las ciencias exactas”


Luego de esta inutil pero decorativa explicación, retomo lo ante ante dicho.

Se levantó, se peinó y extrañamente su pelo mantuvo la estabilidad deseada. Entonces, como cada mañana se dirigió al punto de encuentro. Se sentó, y como siempre (de forma reiterativa en demasía) lo hacen las bellas y enamoradas damas, esperó.

Nadie sabe muy bien que viene esperando desde hace tanto. Algunos dicen un beso en la mejilla; otros, que su sueño (en sentido irónicamente real) se haga realidad en ese preciso momento. Y algunos, solo los menos imaginativos, sostienen que lo único que nuestra muchacha de nombre no pasible de ser cambiado por los trámites burocráticos que ello implica, simplemente se acostumbró a esperar. Algo así como que de tanto esperar algo se olvido de lo que estaba esperando, pero la espera se adueño y la costumbre se convirtió en mariposa...no, eso es la metamorfosis, y para eso tendría que hablar de orugas, las cuales no son en absoluto animales de mi agrado.
En fin, vanamente se perfumo, maquillo y peinó, pero esa molesta voz le grito, otra vez y en silencio: "no te vistas que en esta foto no salis".
Francesca, tan débil de caracter (por algo no se anima a cambiar de nombre) hizo caso omiso, como siempre, como cada vez que se perfuma, maquilla y peina. De todas formas ya estaba vestida, no salió en la foto pero algún que otro piropo recibió.

2 comentarios:

Ava G. dijo...

francesca, Ava ... es todo los mismo.

vladimir maiakovski dijo...

ava puso una "s" de más! y, es una diva.